29 ene 2012

Rebeldía "sostible"...


- Oye, Xabier; ¿no podías haber elegido otro título para el blog?
- Si, pero elegí este…
- ¡¡¡Carajo!!!, tío, es tan tópico como el torero con montera en ristre o la muñequita con traje de faralaes que los frikis ponen encima del televisor para conmemorar su viaje a alguna parte del Reino de las Españas… Decididamente no me gusta, es una frase hecha venida a menos, sin aspiraciones intelectuales y con escasa enjundia.
- Sin que suene a justificación, toda la culpa del título la tiene la crisis…


Ya sé… ya sé que los observadores dicen, a modo de opinión que quiere unir cierta inteligencia sagaz a la búsqueda de incomodarnos, que aún en las superficies más llanas es imposible asegurar si bajamos o subimos. Y es que el ámbito del entendimiento, la inteligencia, la noción de la realidad, la sabiduría y, en general, de cada una de las facultades sensoriales del ser humano individual o en compañía de otros depende mucho de la medida en que realmente están activas y, en consecuencia, sirven para algo más que para hacer bulto y completar ese puzzle útil que, a menudo, encuentra su mayor virtud en su proximidad con lo inservible.
Desconozco si Sísifo obtuvo ventaja alguna por permitir que los que le observaban, cómodamente sentados a la sombra y dándose la vida padre, agarrado a la piedra y en medio de la empinada ladera, supieran a ciencia cierta que la empujaba con sangre sudor y lágrimas hacia la cima, para tener que reiniciar su eterno ciclo cuando el pedrusco rodaba ladera abajo mientras los observadores, con casi toda seguridad, se descojonaban de risa. Si fuese Gallego, seguro que sólo Sísifo sabría lo que estaba haciendo, aportando expectación, intriga, trama e incierto desenlace a esos espectadores que no verían rodar ladera abajo la piedra porque, una de dos, o estaban dormidos por aburrimiento o inmersos en un apasionado debate sobre si empujaba, sostenía o simplemente estaba tomándose un descanso apoyado en la dichosa piedra.
Digan lo que digan, con la peor o mejor intención del mundo, milenios de cultivo ad hoc de nuestra identidad e idiosincrasia –a veces ese trabajo secular de ingeniería genética se confunde con sumisión y vasallaje histórico cuando siempre ha sido, es y será, rebeldía sostenible- ha logrado convertirse en la alternativa real al concepto Newtoniano que inspira y constituye las bases de todos los sistemas que, bajo la apariencia de dotarla de organización y bienestar, someten a los ciudadanos y a la sociedad actual.
Aunque en la mayoría sea mero instinto, y sin descartar que por accidente afortunado esa situación se dé en individuos de otras nacionalidades, los Gallegos llevamos en nuestro ADN el gen del Principio de Incertidumbre proclamado por Heisenberg que, de forma muy resumida, afirma que no se puede determinar, en términos de la Física Clásica, simultáneamente y con precisión, ciertos pares de variables físicas, como son, por ejemplo, la posición y el momento lineal o movimiento de un objeto. Somos, en otras palabras, individualmente y como sociedad milenaria, un ejemplo viviente de Física Cuántica Social enfrentada a la Física Clásica que domina conceptualmente las sociedades Orwellianas de finales del XX e inicios del XXI y que, a la realidad me remito, son extraordinariamente previsibles y destacan por su extraordinaria sumisión a los poderes fácticos –sistema, banca, multinacionales, globalización, mass media, etc.-, evidenciando mucha más capacidad en soportar resignadamente a los que generan las crisis que en desahuciarlos del poder y, de ese modo, evitarlas o resolverlas.
Y línea a línea llegamos a la lógica irrefutable del “por una parte, ya ves”, dicho o escrito sin ansias de sentar cátedra ni de ejercer como el clásico profesor que nunca se ha detenido a determinar dónde termina su ilustración o sabiduría y comienza su inmenso universo de pedante; simplemente como una fórmula matemática que persigue obtener el índice, y también el nivel o la capacidad, de percepción del interlocutor ocasional con el que coincides, accidentalmente o casi, en la Ruta Xacobea de la vida. Porque, muy a pesar del ego de cada uno –incluido el mío-, si el campo visual real no va más allá de la punta de los zapatos es bastante inútil intentar acercar intelectualmente la línea del horizonte; quien “ve” poco suele oír menos y resultar más inteligente callado que opinando.
“Por la otra, que quieres que te cuente…” , esa segunda parte que ha desterrado los acentos para que nadie la interprete como la pregunta que busca en el interlocutor una respuesta que dé pábulo al intelectual de andar por casa para iniciar esa larga exposición que nunca podrá colgar en Twitter a pesar de comenzar con un prometedor “seré breve”.
“Por unha parte, xa ves; pola outra, que queres que che conte…”, Sí, vamos a tratar de conseguir que la comunicación sea bidireccional, a desaprender a obedecer juntos, a ser esas individualidades cuánticas tan imprescindibles para construir una sociedad menos Orwelliana e influida por Newton y, por lo tanto, más eficaz y justa.
¿Quién se atreve a decir que no podemos?
¿Quién va a ser capaz de evitarlo?



© Xabier González, 2012
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